Tierra de Dioses.
En cualquier rincón de Asia, desde el enclave más remoto y azotado por el viento de la cima de una montaña hasta la megalópolis más frenética, se puede oír el eco de las oraciones. El canto en falsete de un muecín surge de un sublime minarete de mármol en Yemén; las campanas repiquetean en el interior de una diminuta iglesia de un pueblo de Filipinas; los sonidos de los tambores brotan de un templo en medio del ajetreo de Bangkok; la salmodia de un monje tibetano vestido de color azafrán resuena en las laderas del Himalaya. Un torbellino de credos y colores, símbolos y ceremonias, sacerdotes y patriarcas, rabinos, granthis y sadhus, hacen de éste el continente más manifiestamente religioso y, quizá por ello, también el más turbulento. Si se echa un vistazo al panorama religioso del mundo, se hace evidente que Asia es la tierra de los dioses, el continente que ha desempeñado el papel más importante al moldear las principales religiones que se practican en la actualidad. El cristi...