A toda la gente que aprecio de mi país.


Yo quería despedirme de mi gente de éste lado del mundo con algunas lindas palabras, pero ésta noche no me nacieron y como probablemente no volvamos a vernos en unos cuantos meses, quizá en mi regreso se olviden de mí o yo me olvide de ustedes, el caso es que, lo mejor que se me ocurrió para decir adiós, es ratificar frente a ustedes, mi gente, quién soy, las ideas que tengo y el por qué acepté irme tan lejos... una manera de hacerles saber que no los dejo por falta de quererlos y para que siempre me recuerden. 
Con fecha “14/06/2009” encuentro entre las cosas de mi biblioteca un escrito hecho por mí titulado; “La Sociedad: ¿Justas injusticias?”. En aquel entonces al leer cada línea quedaba maravillado con mis ideas... hoy no cesa el orgullo, pero simplemente me doy cuenta de que eran un montón de ideas, pensamientos y sentimientos, enredados en una gran bola de impotencia por yo no poder hacer nada al respecto. Ese era yo hace tres años, y aunque hoy sigo siendo exactamente el mismo, al menos, ahora organizo un poco más lo que pienso y mucho mejor aún... NO le temo a lo que pienso. Recuerdo que alguna vez escribí un párrafo con mucho sentimiento, como es mi costumbre, exponiendo en él las razones que me hacían (en ese entonces) y me hacen feliz aún hoy, las razones por las que para mí vale la pena vivir. Mucha gente que lo leyó simplemente lo disfrutó... algunos admiran mi manera de pensar, otros simplemente se limitan a rectificarse personas inteligentes, porque como que eso es más de gente madura ¿No?. Recuerdo que una frase del escrito decía; “...y eso es para mí vivir, ver las olas morir a la orilla de la playa, orgulloso y feliz de saber que aunque muere una, llega otra, y otra... y otra”, en el escrito yo me quejaba un poco de no entender el por qué una sociedad vivía amargada por tener a un presidente, imagínense, yo tendría 14 o 15 años, y una amiga que aún conservo, me dijo en conclusión a mi escrito algo más o menos así; “Uno se tiene que preocupar por el presidente, porque uno no vive de las olas en la orilla...” y, casi como reprochándome me escribió “deja de vivir soñando”. En aquel entonces esas cortas palabras me llegaron muy adentro y me hicieron dudar de mí, de mi manera de pensar, y me dolieron como por debajo de las uñas. La historia de mi vida siempre fue así de dolorosa, porque mientras yo insistía en mis escritos en una filosofía que años después descubrí se parecía a algo que llamaban ‘budismo’, la gente insistía en criticármelos a cada momento. Pero un día dejó de doler... y recuerdo exactamente el día en que dejo de pasar así.
Me encontré con un cortometraje que se llamaba “El Idiota”, era un corto hecho por estudiantes de cine de España y llegó a mí por casualidad, gracias a YouTube y mi interés en los cortos. Me gustó mucho el trabajo que vi, pero lo que me llamaba la atención era mi profunda identificación con el personaje en cuestión... el idiota. Al principio de los créditos una línea dictó “Basado en el escrito de Julio Cortázar; El Idiota”, entonces corrí, lo busqué en internet, lo leí... y mi vida cambio para siempre. Comprendí que si alguien tan grande como Cortázar pensaba exactamente igual que yo, lo disfrutaba y encima lo redactaba en un maravilloso humor negro, burlándose de los demás, yo me dije... ¿A mí que me separa de Cortázar? Claro, no escribo como él, jamás lo haré, no me interesa, pero, pensé igual que él toda mi infancia y adolescencia, y simplemente escogí vivir acomplejado por eso. Cortázar ese día me enseñó que siempre que amemos nuestra manera de ser y de pensar... ya somos grandes.
Éste 28 de noviembre mi vida cambiará para siempre, me mudaré de país, de costumbres, de gente... me largo a vivir al otro lado del mundo; Malasia. Está ubicado en el sudeste asiático, para que se den una idea, bastante cerca de Indonesia y Australia (al sur) y de Tailandia, Camboya y Vietnam (al norte). Es una maravillosa península de la que se sabe poco, pero estoy realmente contento de irme tan lejos, por qué sé creceré muchísimo como ser humano. La gente me pregunta ¿Por qué Malasia? y la respuesta es bastante simple; porque allí se dio la oportunidad. Si se me hubiese presentado en Madrid, Boston, Lima o Argentina, igual hubiese hecho lo posible por irme, además, desde que empecé a descubrirlo me gusta muchísimo Asia, no tengo muy claro el por qué, pero desde muy niño siempre me caractericé por contradecir al mundo, Asia es un continente con voz propia aunque Occidente se encargue de callarlo con sus atracciones, y tiene la mejor de las características para que me fije en él; son muy pocos los de éste lado del mundo que aprecian aquel continente distante. Cabe mencionar en éste párrafo, que desde que conocí su cine a través de Kim Ki Duk quedé fascinado de sus maneras de contar historias, identificándome por completo en lo que contaba y diciéndome una y otra vez; “Éste es el cine que yo quiero hacer”. Siempre he soñado demasiado en grande... ¿No es así?. Bueno, nunca me ha ido mal al hacerlo, los libros más ricos de mi vida siempre tenían datos de asteroides, planetas, distancias en años luz, datos de animales extintos, población de animales por continentes, etc... Siempre soñé con conocer el universo y el mundo... y por supuesto, el mundo está mucho más a mi alcance, así que Malasia es el primer paso. 
Me voy de Venezuela, un país hermoso desde Zulia hasta Puerto Ayacucho, me voy de un país lleno de riquezas... no tengo miedo de dejar Venezuela, la gente a veces me dice “Bueno... para cómo está la situación del país, es mejor que te vayas”... esa gente me da muchísima risa, porque es verdad, Venezuela no está en su mejor momento, hay delincuencia, hay inflación, hay expropiación de la propiedad privada y hay millones de cosas más... pero, la gente en realidad cuando dice que es mejor que me vaya, lo hace por mero amarillismo... a ellos en realidad, no les duele nada. Yo nunca fui ni seré nacionalista, no sé realmente a que edad lo decidí, pero simplemente lo supe. Para mí un país no es un presidente, ni un partido político, ni discursos a diestra y siniestra, un país no es izquierda ni derecha, ni rojo ni azul... un país es simplemente un pedazo de tierra en el globo, y de eso es lo único que me siento orgulloso por estar aquí. No votaré por nadie, y nunca saldré a la calle con alguna bandera a gritar... “YO SOY VENEZUELA”... porque simplemente sería muy deshonesto de mi parte, no solo para aquellos que, con todo respeto, se creen su vaina, si no para mí mismo como persona. 
Yo saldría a la calle algún día con ese grito si pudiera cargarme en la espalda todo el páramo andino, si pudiese llevar en vasos de agua todas las playas de la costa, si pudiese cargar miles de metros cuadrados del parque nacional Canaima, por que solo así podría decir “YO SOY VENEZUELA”... porque ese es mi país. La gente se ofende tanto, la gente me dice “¿Cómo es posible?” “¡Tienes que votar!” “Tienes que ser un ciudadano más de éste país”... la gente habla demasiado, te dicen “debes sentir identidad por tu país” cuando al visitar Mérida solo saben entrar a las cabañitas de recuerditos y comprarse gorros que digan ‘Mérida, Venezuela’, tomarse fotos y subirlas al Facebook luego de crear su nuevo álbum; “Vacaciones 2011 pa’ Mérida”. ¿Que saben de Mérida?... Un coño. Y mientras la gente está allí, haciendo el cansado trabajo de ‘turistear’, yo cruzo la calle, saltó una cerca de alambres de púas y subo la montaña, porque como dice René Pérez, a veces para mirar de cerca, hay que alejarse. Cruzo un pequeño riachuelo, llego a una cima (no muy alta) y me acuesto al lado de un frailejón, y lo disfruto.... disfruto el suelo donde estoy, la vegetación, el olor embriagante de los frailejones, el clima, el sonido del agua rozando las piedras a lo lejos, disfruto mi país, que no me importa si hace años un tal Simón Bolívar llegó en su caballo blanco y lo libertó, lo disfruto porque a mi me importa esa tierra y lo que me ofrece, y esa es la identidad que siento por éste país. Entonces yo le pregunto a la gente ¿Cual es la identidad? ¿La que sienten ellos por qué? Por la propaganda, por pertenecer... nada más.
La gente no haya de que símbolo agarrarse para sentir identidad, se gana el Miss Universo o Chino y Nacho gana los Grammy y aquí crece la expectación por una Venezuela mejor y “talentosa”. Es increíble que sientan orgullo porque dos “artistas” representen a Venezuela en los Grammy y ni siquiera música autóctona de su país canten. Simón Diaz, Aldemaro Romero, ‘Chelique’ Sarabia, Alfredo Sadel... o sin irme demasiado lejos, Franco De Vita o Montaner, que en éste país nació como artista. Esos son verdaderos talentos Venezolanos. Pero claro, nadie aplaude canciones que no puede escuchar mientras va camino a una rumba. Al menos Dudamel ya es bastante apreciado, y solo gracias a que en ésta era, el internet, la televisión y los Balck Berrys nos “mantienen en todo”. Por ejemplo, hablando de identidades, hace un mes ya que vi por primera vez el videoclip “Latinoamérica” de Calle 13... y cuando lo vi, no pude evitar conmoverme hasta los huesos y soltar un par de lágrimas en honor a esa Latinoamérica que a mí jamás me mostró nadie. Es una verdadera lástima que toda la vida nos hayan vendido lo norteamericano, que es más destructivo que sus papitas fritas de Mc’Donalds... que OJO, a mí me encantan. El caso es que, lejos de traerlo a colación por apoyo político, me parece que René, nos está mostrando lo que nunca se nos puso en frente... ésta tierra nuestra, hermosa en cada rincón; Latinoamérica. 
Y bueno, me voy a Malasia a estudiar Cine, otro maravilloso punto de encuentro con la desorientación en la gente. A veces me llego a sentir bastante extraño, como si fuese alguna especie de Pokemón con poderes psíquicos, que con cada explicación de las decisiones de su vida va perturbando y desorientando a la gente que tiene al rededor, o como si cada persona fuese psicótica y no puede simbolizarme. Estudio cine por la misma razón que me voy a Malasia... porque sin quererlo llegó a mí, tocó mi puerta, y prácticamente me obligó a dejarlo pasar... después lo amé, pero esa es otra historia. Yo, no creo en Dios... en absoluto. Siempre tuve mucha curiosidad en todo lo que me rodeó, en el universo, los planetas y todo eso, y desde pequeño me empezaba a preguntar ¿Dónde estaba Dios?... la gente te dice que está en el cielo, en cada cosa que ves, en la familia, en el amor... pero a mi realmente me pareció que las cosas estaban allí, cumplían una función y ya, no había nada divino. Una vez iba camino a mis clases de teatro en una ‘camionetica’ y una señora me preguntó si podía leerme no sé que cosa de su Biblia, con gusto le contesté que sí, porque realmente ella quería regalarme alguna de esas palabras que eran tan importantes para ella. Entonces empezó a leerme que Dios a los tres días de haber creado la tierra, creó la luz y la oscuridad, y luego creó los animales, y luego blah, blah, blah... yo me preguntaba dentro de mí “¿Y ésta señora conocerá el Big Bang?”... Si ya sabemos que éste planeta se creó gracias a la muerte de una supernova, y sabemos que a la gente buena le pasan cosas muy malas y a la gente mala le pasan cosas muy buenas ¿Para qué seguir creyendo en Dios?. Yo no creo en él, y amo éste planeta muchísimo más que cualquier creyente. No creo en él, y a mi puerta llegó, sin yo siquiera buscarlo, una beca para estudiar cine en Malasia, y con ella mi gran oportunidad de hacer lo que me gusta y de visitar el mundo, tal y como lo anhelaba de pequeño. En todo caso si Dios existe, no creo que castigue por las verdaderas razones que expuso la Biblia, porque si se analiza bien... realmente todo eso de la religión y de Dios, jamás a tenido justicia.
Entonces sí, me voy... me voy de un país maravillosamente hermoso, cálido y rudo. Y sí, es cierto, me voy en un momento en el que el cine está despegando... En éste país, la imagen, el sonido y todo lo audiovisual está mejorando mucho día tras día, pero simplemente sigue pensándose en hacerse negocio... y el cine no debería ser simplemente negocio, aquí va a estar muy difícil que se acepten a los directores extraños (a los que probablemente voy a pertenecer si termino haciendo cine). El caso es que extrañaré Venezuela, cada paisaje, cada amanecer que vi desde el techo de mi casa en Ciudad Bolívar, extrañaré a la gente de éste lado del mundo que se espanta con mis decisiones, extrañaré al director de mi escuela diciéndome que para hacer Cine debo tener identidad... de la cual, según él, carezco en exceso, extrañaré a mis amigos, a grandes personalidades en mi vida cotidiana, extrañaré... a partir del 28 de éste mes, mi vida simplemente se centrará en conjugar cualquier cosa con el verbo ‘extrañar’, pero estoy seguro que será un viaje doloroso y fabuloso, y esas dos cosas siempre están en pro del desarrollo humano. 
Y así me despido de ustedes mi gente. Familia, amigos de mi pueblo natal, amigos de las Escuela Nacional de Cine, conocidos... me despido deseándoles la mejor de las suertes, que sigan creciendo y aprendiendo de todo lo que vayan viviendo, y recordándoles que, como dice un maravilloso proverbio chino... No importa saber que caerán 7 veces, si saben que pueden levantarse ocho. Y nunca le teman a soñar... porque aunque esto sea de gente inmadura, la vida es un sueño constante; soñamos ir al baño cuando estamos con la vejiga a punto de explotar en alguna reunión importante, soñamos estar en cama cuando son las 3 de la tarde, soñamos ver a nuestros seres más queridos que ya no están... no solo se sueña al pensar en cosas imposibles, nunca se deja de soñar, entrenen los pequeños sueños diarios para después tomar los más arriesgados, los profesionales, los que llegan una sola vez en la vida, que algún día les llegará el momento de tenerlos en frente y decirles que sí. Los amo.
David Jesús.

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