Pa' México... Pa' Corea... y finalmente fui a Malasia.

La gente se sorprende mucho por aquí cuando les digo de donde soy. Normalmente suelen confundirme con un iraní, o un egipcio... luzco como ellos en este rincón del mundo, porque estos (los asiáticos de Malasia) no están acostumbrados a ver latinos por aquí. Entonces cuando digo "Soy suramericano" sus pequeños y almendrados ojos se estiran y hacen más grandes... ¿Por qué me vine tan lejos? me preguntan... ¿Por qué dejé América? ¿Por qué no me fui a Londres o Francia?. A veces me gustaría contestarles algo más o menos así...

Siempre vi mi vida como un globo gigante, en el que siempre estuve feliz en el centro acurrucado bajo los brazos de papá y mamá... aun con tantos problemas que viví en casa, por ratos tristes o frustrantes, mi vida siempre siempre tuvo un horizonte, una luz al final del tunel... y ese globo en el que me mantenía feliz, se expandía cada vez que apagaba la luz y me iba a dormir; cada mañana siguiente eran mas mis ganas de alcanzar la pared de ese globo, que mientras mas la perseguía mas se iba expandiendo. La verdad nunca me sentí ubicado donde estaba, jamás me sentí parte de la gente con la que me rodeé, muy pocas veces me sentía parte del mundo de mis hermanos y siempre sentí ser un eco de mis padres, en maneras de pensar y de actuar, de escribir y expresarme, siempre fue un mix de Ana Rosa y Franklin, siempre me he sentido una representación de ellos. 

Aunque siempre me sentí muy desubicado, encontré una manera de cuajar en la gente; mis chistes, ellos encajaban perfecto en el mundo de los que me rodeaban... David no era el chico con el que se podía salir de fiesta o emborracharse, pero a través del chiste y de la comedia que mucho apreendí de mi padre y pulí después con tanta televisón mexicana, yo finalmente encajé... encajaba en cualquier parte, divertía, hacía felices a los demás, conquisté muchos corazones y tanta comedia me regaló siempre algo hermoso. Fueron gratos aquellos momentos en los que habían profesores -que hoy recuerdo con mucho cariño- que simplemente terminaban la clase antes, y me dejaban pasar al frente y entretenerlos a todos un rato, contando chistes. 

Sin embargo seguía siendo incómodo en mi vida no poder encajar en los lugares en los que no funcionaba mi comedia... en esos momentos me refugiaba en una cosa; la televisión y un sueño tremendo de estar detrás de la pantalla chica. Siempre me consideré talentoso, siempre sentí que algo traía dentro que tenía que mostrarle a la gente... por eso admiraba tanto la televisión que veía, la hecha en México. Yo pasaba horas enteras viendo sus programas de comedia, sus dramáticas telenovelas, sus programas nocturnos en donde se podían decir chingaderas, y disfruté tanto el humor mexicano que el gran globo de mi vida se expandía hacia eso, hacía allá miraba yo, y así como esa gente me regalaba tanto, fui creyéndome la idea de que yo podía algún día hacer lo mismo. Yo tenía que hacer televisión en México, porque allí estaba lo que me hacía más feliz y lo que me apartaba del mundo donde a veces no encajaba.

Tarde o temprano la idea que nació a continuación de eso era inevitable, y con 16 años a mis padres les dije que quería ser actor. Un gran actor dramático de novelas, así me visualicé siempre, quería ser como Pedro Infante y cantar bajo un balcón con mariachis, quería ser respetado y admirado como un René Casados o un Julio Alemán, porque esa gente me dió tanto que yo pensaba que quizá, yo podía darle mucho a algún chico que estuviese en su casa disfrutando de la televisión cuando sentía que no encajaba. Sin embargo yo en el fondo sabía lo difícil que sería, y quizá no por no tener talento, simplemente era yo un chico de un pueblo pequeño y con una inseguridad gigantesca, y para ser actor o llegar tan lejos, se necesitaba mucho confianza, mucho coraje.

Me aventuré entonces al teatro, al que le dediqué un año de mi vida en 'tontos' trabajos poco profesionales, pero empezaba a sentir y saborear lo que tanto había maquinado en mi cabeza... mucha gente se me acercó en aquel tiempo y me decía 'eres el mejor', 'serás un gran actor', 'he disfrutado tanto contigo'... cada día de mi vida sentía que le regalaba algo a alguien haciendo lo que me gustaba. Luego me topé con el cine, me subí a ese barco y dejé la actuación, pensé que entrar desde la puerta de cine era mucho más 'dramático' o 'imponente' que entrar por la puerta de castings. Me encaramé a la idea de ser cineasta, incluso sin tener idea de que era serlo. Aún hoy volteó hacia atrás y con orgullo puedo decir que nunca le dije que no a nada.

Mi primer año de cine fue quizá uno de los años más duros que me ha tocado vivir. Con 18 años recién cumplidos entré a un salón de clases donde el promedio de edad en mis compañeros era de 20 años en adelante, y me sentí mínimo, no solo por edad, si no quizá por lo poco que había vivido en una ciudad como en la que nací. Ya a los 18 sentí que algo me había perdido de la vida, que debía haber buscado encajar en vez de buscar un mundo alternativo, y en Caracas, donde la vida se movía tan rápido y sin tiempo a dejarme pensar, sentí que había muchas cosas en las que estaba aletargado, que había cosas a las que le dije que no y que debí haber vivido. Por otro lado, todos entraron a estudiar cine aquel año (en donde éramos la 1era promoción de la escuela) con un sueño grande de ser cineastas, y yo simplemente lo veía como una oportunidad para actuar. Todos mis compañeros tenían una idea de lo que el cine era, tenían sus metas, sus películas y directores favoritos... yo de lo que sabía era de televisión, es más, ni siquiera de televisión, yo sabía de actuación, me sabía la cuarta parte de las canciones que cantó Pedro Infante y Jorge Negrete en la época de oro del cine Mexicano, me sabía el 99% de los nombres de los actores de Televisa, conocía su trayectoria, los grandes productores de telenovelas en México, escritores, directores de cámara... yo estaba empapado de la industria de telenovela mexicana, y... ¿De que me servía todo eso?. Cada día que pasaba se iba derrumbando más mi sueño de tomar algún día un avión a México. Sin embargo en ese año fui creciendo, y más rápido de lo que me di cuenta encontré mi camino, México seguía en mis planes, pero un poco más a nivel de terreno. 

Fueron pasando los meses y no sentía talento para el cine, pero un día, recuerdo bien que era una noche en una clase que tuvimos con el director de la escuela, el colocó una película coreana, "Primavera, Verano, Otoño, Invierno y Primavera" de Kim Ki-duk, un famoso director surcoreano, y recuerdo que dijo exactamente; "deben ver este tipo de cine, porque es el tipo de cine que ustedes pueden hacer aquí", refiriéndose como siempre a nuestro bajo presupuesto y a la obviedad de que en Venezuela no se puede hacer algo estilo Hollywood. Decidí echarle un vistazo a la película, y recuerdo que esa noche que la vi sentí que crecí 10 años de un solo golpe. Algo estaba frente a mí de una manera divina; aquel film de Kim me pareció tan majestuoso, tan hermoso, que sentí que encajé finalmente en la carrera de cine. "¡Es esto lo que quiero hacer!" pensé. Y fue entonces que me dije, "yo si quiero ser director, porque quiero decir este tipo de cosas que dice Ki-duk"... Entonces apareció Corea del Sur en el horizonte, y con ello apareció el Pop Coreano que también conocí en ese tiempo. Entonces cambié a Julio Alemán por Kim Ki-duk, y a los mariachis y el bolero por el pop vomitado y eléctrico que siempre odié, y al DF por Seúl. Una vez más volé muy lejos, el globo en el que vivía se extendió 30 veces más. ¡Corea! ¿Cómo carajos iba yo a llegar a Corea?... y a través de Corea conocí su historia, y a través de la historia conocí la política a la que nunca le quise prestar atención, pero que finalmente se la presté, y a través de corea me enteré que existía otro lado del mundo, donde había gente talentosa y extraordinaria que hacía cosas igual o mejores que en América. Y el nordeste asiático se acercó a mi vida, ya estaba convencido definitivamente (por segunda vez en mi vida) que tenía un camino a seguir.

Empecé a ver el cine del otro lado del mundo, a mi ni Kubrick ni el Nolan ni ninguno de esos, yo tenía que hacer cine como Ki Duk, como Wayne Wang, como Yorgos Lanthimos o Steve McQueen, que estos dos últimos no pertenecen a Asia pero los admiré igual al conocer sus trabajos. Yo tenía que hacer un cine así, ese de dejar la cámara 10 minutos con un plano y que los personajes no hablen, y que sea sutil el aprendizaje, pero a la vez rotundo e intenso. A raíz de Ki Duk, me interesé en saber sobre la vida del Coreano, y en su marco histórico-político tan jodido encontré un significado nuevo a los films de Ki Duk, me di cuenta al instante que entonces hacer cine no era querer decirle algo a la gente de lo que pasa en el mundo, si no, querer decirle a la gente lo que tu sientes. Me pareció el mundo más maravilloso con el que me había encontrado en el universo audiovisual, porque el cine en sí es un catalizador de tus penas, de lo que te hace feliz, de lo que anhelas, de lo que piensas... son opiniones tuyas constantes, y está tan bien camuflajeado que la gente lo acepta, lo recibe y lo disfruta. En unos meses me sentí grande, mis compañeros de clase pasaron de ser intimidantes a ser mínimas piezas en mi tablero, había entendido un contexto que muchos de ellos no... que el cine que se cuenta es la vida de uno, de ahí salen las obras maestras, de nuestras obsesiones. Tanto ensimismamiento, tanto egoísmo y perdedera de tiempo en cosas tan simples de parte de muchos de los que me acompañaban en un salón de clases queriendo ser cineastas, me llenaba de descontento. Al mismo tiempo encontré grandes personas que compartían conmigo esta opinión, y que veían en el cine una ventana que te alimentaba, pero estos eran pocos, muy pocos.

Yo estaba seguro que muchos en mi clase trabajarían muy bien y cumplirían sus sueños, aun cuando había cosas que no veían, y aun con todo su egoísmo e ínfulas cineastas. Y quizá yo con todos mis 'pajaritos preñados' en la cabeza (como dirían algunos) no iba a llegar a ninguna lado. Pero, por primera vez no me importaba el futuro, si no lo que estaba viviendo y aprendiendo... y cada día era algo nuevo para mí, cada película hablada en coreano, japonés, chino o tailandés, me aportaba algo, y además me hacia conocer aquel otro mundo asiático, que cada día me enamoraba más, y que se parecía tan poco a mí que me invitaba a quedarme con él. 

Pasó el tiempo, empezamos a escribir los guiones para ficción por los cortometrajes que estábamos próximos a producir a final de año, y aunque sentí caer muchas veces, el guión que había escrito en aquel entonces me dio muchas satisfacciones; recibí felicitaciones de gente a la que admiro mucho, un director argentino con 30 años de experiencia, al que además quiero muchísimo, y hasta de un guionista que fue instruído por el mismísimo García Marques en Cuba... y todo eso solo por mi creatividad, por lo que me gustaba hacer. Sin embargo mi inseguridad seguía siendo un problema, yo sentía que crecía mucho por dentro y que me estaba haciendo muy grande, pero que eso afuera nadie iba a verlo ni entenderlo. Entonces llegó ese momento en que me rompí, en que mandé todo al diablo y me dije... "basta de sueños, baja a la tierra y has algo con tu vida ya". 

Súbitamente y para sopresa de todos, yo hacía uno de los actos quizá más dramáticos de mi historia, incluso en el fondo sabiendo que de alguna manera actuaba, le dije adiós a la escuela de cine y al sueño de ser cineasta... ¿Cómo iba a lograr yo eso?, me preguntaba ¿Cómo?. Y de pronto desinflé el globo de mi vida y cerré mi horizonte, porque el tiempo (cosa que a los 18 te sobra) lo veía encima y burlándose de mí. Yo quería conocer Asia tan pronto como fuese posible, y estudiar cine no me lo iba a permitir... al menos eso creía yo en aquel entonces. Hacer cine en Venezuela era como sembrar una semilla en un desierto, quizá me daba los frutos, pero muchos años después... así que le dije adiós a todo eso. Regresé a la seguridad de mi hogar a un nivel diferente, engrandecido de muchas cosas que viví en Caracas, con un conformismo descarado me dije "ya yo aprendí lo que tenía que aprender", y resolví estudiar derecho y empezar rápidamente a ascender con la ayuda de mi padre que siempre fue Juez allá, y así poder viajar a Asia más pronto de lo que imaginaba.

Yo no quería escuchar a nadie, ni papá ni mamá, ni hermanos, abuela, amigos... a nadie. Hoy día lo pienso y no sé cómo pensaba matar tanto sueño e ilusión que me movió en la vida... México o Corea, no importa si lo alcanzaba o no, eso me movía, me llevaba hacia adelante. Un día viendo la película '2012' en la cama de mis padres me llamó una persona muy querida, uno de los personajes más bonitos que conocí en mi vida y que me quedó de todo el tiempo que viví en Caracas. Me llamó para decirme que en la ultima producción donde estuvo trabajando conoció a una chica que se iba a Malasia a estudiar cine con una beca... me insistió en que si tanto me gustaba Asia debía aprovechar esa oportunidad. En primer lugar, no sabía de Malasia, en segundo pensé en mis notas escolares, yo jamás podría aplicar a un beca con las calificaciones que tuve en mi vida, y en tercero, era descabellado y ya. Sin embargo mamá llegó a casa temprano esa tarde y recuerdo que estaba yo de pie en el pasillo, la miré y le pregunté... "Ma, ¿Y si me voy a Malasia con una beca?". Algo que siempre he amado de mi madre es que sus primeras respuesta siempre son positivas, después quizá dice que no cuando evalúa la situación, pero su primera respuesta siempre es positiva, y esa tarde no fue diferente, me dijo; "Bueno, si es con una beca, y es algo que te gusta..."

Pasó mes y medio hasta que conocí a la chica que se iba para Malasia, un personaje extraño, que al primer día de conocer me dijo "Vámonos juntos". La beca que ella me pintaba era perfecta, sin calificaciones de por medio, y que pagaba la matricula de una carrera de cine de 4 años en una universidad prestigiosa de Malasia... era tan irreal que no dejó de serlo nunca. Ella se comunicaba con la universidad porque sabía el inglés que yo no, ella se comunicaba con la gente de la embajada, y yo intentaba llamar y nunca atendían, todo parecía un cuento montado por esta chica... y así fueron meses, meses en los que inflé de nuevo el globo de mi vida, organicé papeles, me vacuné contra la fiebre amarilla y todavía yo no estaba seguro de lo que iba a pasar, incluso mis padres, quienes me apoyaron siempre, tampoco tenían idea de lo que estaba pasando, y solo contábamos con la palabra de esta chica. El semestre en la escuela de cine había empezado, mi drama de dejar la escuela se estiraba ya demasiado, mi vida sin duda apuntaba a "O me voy a Malasia o me jodo para siempre"... y con todo el miedo del mundo y la duda, volví a moverme por un sueño y una ilusión; ASIA.

Fueron 5 meses de angustía, 5 meses que compartí con esta chica en Caracas... 5 meses en los que viví muchas cosas, caminé muchas cuadras, y visité muchos lugares extraños. Finalmente '28 de Noviembre de 2011' era la fecha del pasaje para viajar a Malasia que había comprado con mi mamá... era cierto, todo estaba listo ya, yo me iba al otro lado del mundo por 4 años a estudiar cine. Mi madre no sabía como iba a mantenerme, mi papá no podía creer que estaría tan lejos de mí, todo fue una noticia rápida y pesada para casi todos; David, que tanto soñó con México y no lo logró, que tanto soñó con Corea y lo abandonó, se iba a Asia, en un viaje de 22 horas hasta Kuala Lumpur. Yo estaba muy emocionado, era un sueño enorme, grandioso, algo que incluso estaba fuera de mi globo. 

Dos semanas antes de irme celebré mi cumpleaños con mis amigos en mi Ciudad Bolívar, los disfruté como siempre... dejé mi pueblo, mi padre me llevó al terminal para tomar el autobús a Caracas, recuerdo que lloré todo el camino aquella noche, cada esquina de mi ciudad la iba a extrañar hasta los huesos. En el terminal llegaron mis sobrinos, les di los abrazos y besos mas sentidos, lloré mucho, porque mi sobrino Jesús David, en su inocencia simplemente se despedía para verme mas tarde... a veces desearía tener esa conciencia de 5 años y hacer de cuenta que mañana papá y mamá vendrán por mí, pero a esta edad, los 17mil kilómetros de distancia y las 16 zonas horarias son reales y pesadas. Llegó aquel lunes 28, bajé al aeropuerto internacional de Maiquetía, dejé a mi abuela y mi tía llorando en casa, a mi madre y mi hermana llorando frente a las puertas de inmigración, abracé a mi hermano por ultima vez ese año, y entré en una cápsula de incertidumbre... en ese momento en que estaba en un avión rumbo a Italia, no sabía que pasaba con mi globo. Todo lo que conocí una vez y todo lo que tuvo forma y nombre se quedaba muy atrás, tan atrás que volver a eso sería tan difícil como mi sueño a México. Y un 30 de Noviembre el avión aterrizó en Malasia, y empezó el momento de mi vida donde el horizonte era infinito, donde todo lo que había deseado y soñado se había transformado para siempre, donde supe que era el momento de saber encajar y no de esconderme.

En los últimos meses finalmente empecé a vivir lo que en Caracas sentía que me había perdido. Y por primera vez tuve frente a mí una hierba de marihuana, pasé noches en clubes nocturnos, me senté en una barra solo a beber, intenté sacar a alguna desconocida a bailar y fracasé, descubrí el sexo sin amor, me enfrenté en la calle con situaciones reales en las que por primera vez estaba solo; los reclamos en un banco, los reclamos por papeles de la universidad, el estar pendiente de mi VISA... Malasia me hizo vivir finalmente todo en lo que me sentía tan atrasado, y básicamente seguí siendo el mismo David, más grande, más entretenido en lo que le rodea, más consciente, más dependiente de si mismo y no de otros. Hoy veo hacia atrás y sé que en Venezuela hubiese seguido encerrado en mi inseguridad... no sé por qué, quizá por lo cercano que siempre me sentí a mi madre, o lo protegido que me sentía con mi hermana y mi padre, me sentí siempre tan acompañado que no quise vivir nada más... y ese móvil de querer irme a México, que después se transformo en ir hasta Asia, era para de una vez por todas desenvolver la seguridad que tengo, y no dejarla solo en palabras o sentimientos dentro de mí.

Me quedan miles de cosas por vivir, probablemente mucho más grandes y temerosas... he encontrado aquí gente maravillosa, y he vivido de cerca el sentimiento de un Chino hacia un japonés, o el sentimiento de un iraní hacía los árabes, y vivo en un apartamento con dos seres que me regalan mucho sin saberlo, conocí coreanos y mexicanos de cerca y he sido acogido y querido por muchos otros... y ese globo que fue mi vida, ahora es mas bien como una pieza de rompecabezas que se deja caer, y que encajará en el espacio que deba encajar. Mi vida ahora en vez de ser algo que se estira o se encoge, va en una dirección recta e ilimitada que se va moldeando y acomodando a los circunstancias. ¿Y Corea? ...Corea está ahí, a 5mil Kilómetros nada más. Es mucho, pero es menos, y ya me da igual ir, porque aprendí a no forzar las cosas... hay que vivir, seguir viviendo y haciendo las cosas bien, que algún día llegará el momento de aceptar un nuevo reto y seguirme moviendo hacia donde esté destinado a moverme. Y seguiré descubriendo Asia de poco en poco y sorprendiendo a los asiáticos porque me vine tan lejos.

En este punto creo que todo occidental que tiene la oportunidad de tener conciencia de que existe gente al otro lado del mundo, una historia, una cultura y una vida tan diferente, debería venir... venir y quedarse. Que el mundo haga un intercambio de occidentales por orientales, que los Coreanos sean los que quieran cruzar la frontera México-estadounidense y los mexicanos la frontera corea del sur-corea del norte, que los cubanos huyan a Arabia Saudita y los yemeníes a Cuba, que los Indios conquisten Hollywood y los gringos Bollywood... Lo que sea, hay que fascinarnos de esto... como yo le dije a una buena amiga de Shanghai hace poco; Me quedo en Asia para siempre, porque se parece tan poco a mí, y encuentro cosas tan poco mías... que me encanta!.

David Jesús.
(DavidKiDuk)

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