Los de la televisión...


- "Es que no lo entiendes. No te das cuenta que tienes mi hombría en tus manos. Yo te amo gaviota."
Le dice Rodrigo, llorando desesperado en el pasillo, a la mujer de su vida. Ella lo mira con desgano, como sin querer decirle... pero se lo dice, justo antes de un corte comercial.
- "No lo entiendes Rodrigo. Ya yo no puedo corresponder a tu amor."

Con ínfimos rostros de tristeza en primer plano, se miran desconsolados y pretenden amor adolescente Eduardo Yáñez y Angélica Rivera (actualmente primera dama de México), en la novela de las ocho; empiezan las primeras movidas de Televisa para lograr el ascenso de Enrique Peña Nieto al imaginativo nacional (e internacional). Yo esto no lo sé todavía.

Me encuentro frente al televisor, con algunos años menos que ahora, mi padre está detrás en la cocina, echándole salsa de tomate al huevo revuelto que cena ésta noche. Mamá ya se fue a dormir después de un vinito... y yo estuve las últimas 3 horas viendo el desconsuelo de Rodrigo, Rafael, Lucía, José Miguel, María... y tantos otros nombres que nacieron de las cabezas de productores de televisión que viven en un país donde la pobreza extrema es de una cifra tan dolorosa. En mi adolescencia consumía tanta telenovela como me era posible... hoy día no veo televisión, y de lo poco que sintonizo (una vez al año), me sorprende darme cuenta que nada cambia. Uno de los medios más poderosos durante tantos años, la televisión, ¿Como no pudo usarse con propósitos más humanitarios? ...más de conciencia.

"Yo les hago ver a mis hijos el national geographic, para que se hagan cultos".

Dice una adolescente convertida en mujer por accidente, friendo, a las 11 de la noche, unas arepitas para darles de cenar a sus dos hijos varones. Los hijos se preparan a comer, uno enciende el playstation y el otro empieza a rogar el préstamo del control a su hermano mayor. Que consuelo saber que miran el National Geographic. Las cebras y los leones no lo saben, pero son cómplices de la movida mediática... todo lo realmente real en el mundo -permítanme usar la redundancia-, no está en el Kalahari, está cientos de kilómetros al norte, en el Congo, o un poco más al este, en Sudan... o un poco poco más al noreste, en Irak, Siria, Palestina... en fin, en tantos otros lugares... más al este, en la frontera al norte de México, o al sur, más al sur, en patrias de Bolívar donde un pequeño pueblito que se parecía a Venecia ante los ojos españoles en el siglo XIX, hoy día, dos siglos después, solo le queda la certeza de estar en crisis.

Que bueno que al menos, en el arte de usar las cámaras, nos queda el cine. Cada día las altas producciones se llenan más de talento que de ambición, y las bajas de sueños y perseverancia... inventando nuevos lugares de encuentro, de duda. Un arte todavía jóven y más vivo que nunca, intimidante para quienes hacen video arte, está mirando con orgullo en plena adolescencia cómo cada día encontramos nuevas maneras de contar historias, y cómo cada paso tecnológico nos ofrece nuevas miradas (ángulos). Desde aquí, otros adolescentes han aprendido y patentado en las redes sociales otras artes... compartiendo y discutiendo grandes o pequeñas cosas a través de una cámara. Es lamentable quizá, y puede ser el lado negativo, que con este poder en las manos (una cámara es un arma), haya muchos afuera que sin recibir nada a cambio, utilicen dicho instrumento para promover y vanagloriar a los que los hacen mierda. 

En fin... la televisión, longeva, se enfrenta al instante de toda una generación que se da cuenta que la imaginación, regalo divino de la niñez, puede llegar a convertirse en una productora de realidades... o, más acorde a sus términos, creadora de contenidos. Ya hay tanta gente queriendo decir, y tanta otra gente que está diciendo... que será inevitable que le toque ya el tiempo a otras artes. Quizá algunas que ni quiera hemos visto todavía. Está muriendo, longevo, el arte de mentirle a la gente a través de una pantalla LCD. Pero ante esta esperanzadora última línea, en la que pretendo yo esclarecer el futuro de la sociedad, no podemos olvidar... que los de la televisión, si se mueren... se convierten en zombies. 

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