El feminismo y el hombre.

Necesitamos dejar de entender el feminismo cómo algo que incumbe exclusivamente a las mujeres y su lucha. El hecho de que el feminismo discuta aborto legal, mundo laboral femenino en desventaja, o violación y acoso sexual hacia la mujer (luchas que por cierto debemos acompañar) no significa que el movimiento tome bandera por estas causas nada más, y ésta percepción no cambiará a menos que logremos más participación masculina. Hablo de usted amigo, de mí, mientras más seamos los hombres que entiendan la magnitud del movimiento, más será ésta una lucha nuestra que solamente de ellas.

El hombre debe darse cuenta que también necesita esa mentada lucha contra el patriarcado, en términos si quieres más imparciales, tan solo me refiero a que todos necesitamos democracia de género dentro del sistema del que somos parte. La misoginia es tan solo una punta del iceberg, ésta es simplemente un arma que acomoda al hombre para defenderse del machismo del que es víctima, en un sistema que le dice que ‘en su naturaleza está’ ser animal, violento, insensible, forajido, fuerte y semental, si no puede llenar estos requisitos, al menos puede sentirse parte del sistema o ganar algo de poder desprestigiando al sexo contrario.

He conocido a muchísimos hombres en mi vida que se refieren a las mujeres como “intensas”, “histéricas” y “exageradas”, y como incluso yo en algún momento de mi vida estuve pasivamente allí, creo que nuestra molestia hacia las mujeres es más bien un dolor inconsciente de que ellas puedan estar en contra de las imposiciones sociales a su género, mientras nosotros nos escondemos de nosotros mismos y nunca cuestionamos las imposiciones al nuestro. Un dolor inconsciente, sí, a ellas por poder gritar que tienen derecho a su cuerpo, mientras nosotros no tenemos derecho siquiera a explorar el nuestro. Mi problema de erección, mi inseguridad, mi sentir que soy poco hombre, mi natural curiosidad hacia otros géneros, hacia otros matices de mi personalidad, mi curiosidad a los placeres de mi cuerpo más allá de mi pene; no tengo por qué exponer estos sentires o derechos míos, porque yo soy un macho. A esta escala yo lo veo un poco como quien sale a ejercer su derecho al sufragio y quien no, las mujeres son las que siempre salen a votar, mientras nosotros nos quedamos en casa porque “votar no sirve de nada”.

Mira yo nací en Venezuela, una tierra misógina y sexista que extrañamente se lleva bien con la homosexualidad, pero en la que el heterosexual está secuestrado a ser y hacer lo que se supone su género debe ser y hacer. Yo siempre carecí de todo lo que mi alrededor me decía era masculino, y creo que de una manera mucho muy inconsciente yo dejé mi país precisamente por alejarme de esa competencia de la que siempre salía perdiendo. Yo en Venezuela siempre tuve un comentario negativo si vestía rosado, me comparaban con Cristian Chávez de RBD, y cuando éste se destapó gay, mucho más. 

Mi propia madre alguna una vez me dijo en la adolescencia, con toda la buena onda y amor del mundo, que si yo era gay ella me aceptaba. Mi padre y mi hermana, de la vergüenza alguna vez salieron de la tienda donde estábamos porque yo quise comprar un suéter en la sección para mujeres. No cito estos casos para simplemente exponer a mi familia, mi hermana incluso sufrió igual que yo los estigmas de su género siendo desde muy niña muy aficionada a los deportes, los cuales en su entorno eran cosa solo de hombres. Cito los casos por algo determinante en éste tema; más allá de los afectos, vivimos y somos parte de una sociedad de preconcebidos conceptos, y estamos a merced de sus resoluciones todo el tiempo; en casa, en una fiesta, en la escuela, en el trabajo, en el transporte público, en las publicidades. Es necesario que miremos hacia todas las aristas de la sociedad e identifiquemos por dónde se propaga la desigualdad, y donde somos nosotros los victimarios.

En Venezuela yo siempre fui marico, a veces muy lejanamente otras veces de maneras muy cercanas, porque escribía cartas de amor a las chicas, porque no sabia patear un balón o atrapar una pelota, porque no sabía de automóviles, porque cuando le gustaba a una chica yo temía que hacer y no hacia nada, porque veía telenovelas, porque escuchaba Luis Miguel, porque no iba a discotecas, porque no me gustaba exponerme a los golpes, porque me gustan el Kpop. Mi país honesta y ciertamente truncó la seguridad con mi género, con mi sexualidad, y aunque ciertamente también viví en Caracas, un mundo con muchísima más diversidad, aún así allá me encontraba por ejemplo con un buen amigo homosexual que siempre me bromeaba diciendo que algún día yo iba a salir del closet. Estas son las percepciones de género en mi país.

Total que un día en el extranjero, gracias a una bellísima amiga y extraordinaria poeta pakistaní, me enteré que el feminismo lucha contra todos estos absurdos sociales también, y que aunque nos llegue solo de manera mediática el feminismo en forma de aborto o salario igualitario, en realidad se trata tanto de ellas como de nosotros; la mujer está despierta desde hace ya mucho tiempo, yo creo es el momento para el hombre de despertar a éstas imposiciones también, es tiempo de unirnos todos en la misma voz para hacer ésta una lucha nuestra, ni una mujer menos ni un machista más, todos debemos ser “los exagerados”, “los histéricos”, defender nuestra integridad por encima de los estigmas que nos quieren definir, encerrar y encarcelar; un mundo en el que el hombre se lleve bien con su diversidad sin que esto afecte su heterosexualidad o cómo su masculinidad es percibida es garante de un mundo sin misoginia.

Pasaron muchos años para que yo pudiese tener mi propia versión de la masculinidad y para sentirme bien conmigo mismo, pero logré salir de esa burbuja, de que lo que me hacia masculino en la calle era abrirle la puerta a una chica, y lo que me hacia masculino en la cama era maquinar sin sentimientos. Todo lo escrito aquí no solo lo he vivido yo, sino que lo he visto durante muchos años en todos mis amigos y conocidos hombres, a menor o gran escala, de manera consciente o inconsciente. Tampoco es algo exclusivo de mi país, hablo de él por haber sido mi primer entorno, pero estos sentires y dolores míos, igual los vi en amigos Alemanes, Árabes, Maldivos, Chinos; un sentimiento global. 

No vivimos del todo felices siendo los hombres que nos dijeron que debíamos ser, de verdad, no es así. Todos quisiéramos una tercera opción, una licencia para desviarnos del carril y que eso no signifique nada, que no tergiverse nuestras vidas o nos haga más o menos algo, todos queremos sentirnos bien siendo inseguros e inexperimentados, todos queremos sentirnos bien de haber hecho amistad con una chica en vez de habérnosla llevado a la cama y que contarle eso a nuestros amigos no tenga nada de reprochable. Pero no todos estamos dispuestos a reconocerlo, a mirarlo, tratar de explicárnoslo a nosotros mismos o a nuestros panas, para atacarlo y ser seres distintos, más felices, con beneficios a largo plazo quizá de parejas más acordes acordes a nosotros y libertades más plenas en el sexo. Necesitamos dejar de entender el feminismo cómo algo que incumbe exclusivamente a las mujeres y su lucha, necesitamos acompañar, exigir democracia de género, y necesitamos todos ser histéricos y exagerados. Ya nos toca.

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