Reproche de un niño apolítico.

¿Usted cree? ¿A esta edad debería saber de historia? 14 años tengo. 9 años con uso de razón, los otros cinco solo son un retrato en la sala o algún juguete en el ático. Hace mucho que mi madre me trajo a vivir aquí, y aunque mi hermana vino con nosotros, al crecer se fue, no soportó a mis amigos los mosquitos. Aquí se vive en paz, aquí vivo en paz, aquí quiero a mi madre, quiero a mi perro, a mi iguana Tity, a mi gallina... aquí me quiero a mí.

¿Señor, por qué me mira así? me mira con ojos de tristeza, con lástima. Ya estoy cansado de que me lo venga a explicar, estoy harto de que me lo venga a contar... No señor, ya le dije que no sé, no sé por qué este país se llama como se llama, ni sé por qué esta frontera, ni sé quién murió aquí o quien nació aquí, pero hay una cosa que yo sé y usted no sabe...

Ese árbol de allá, aquel, mustio y de pocas hojas, ese al que usted amarró con alambres para cercar su patio, ese árbol, seco y escuálido, ese árbol señor, es mío... ¿Y ve esa montaña de allá? aquella, la que está con sus hermanas, las que lo protegen a usted del sol de las 6 de la mañana, esa montaña señor, es mía. ¿Y usted conoce el mar? el padre de ese gran río que corre por aquí detrás, el que está en la costa, ese que tiene orillas donde se suicidan las olas, ese mar señor, es mío. ¿Y esta tierra? ¿La conoce? Ésta con la que me estoy quemando los pies. ¿Usted se ha dado el tiempo de mirarla? ¿La ha olido usted señor? ¿La ha tocado ya? ésta también es mi arena, mi preciosa y dorada arena. No señor, no me interesa la política, no me interesa el país, no me interesa si aquí se liberó el país en una tonta independencia, no me interesa si aquí murió o nació el que libertó, no me interesa ni saber el apellido de quién le dio nombre a este país, ni a ese río, ni a mi montaña y sus hermanas, señor, a mi no me duele mi país, a mi lo que me duele es mi tierra, ésta tierra, la suya. 

A esta tierra nadie le escribe un libro de historia, a esta tierra nadie le dedica tiempo, a esta tierra nadie le construye una embajada, ni le da una bandera, nadie me la abraza de vez en cuando o le dice un cariñito... nadie, ¿Y sabe por qué señor? Por que están ocupados en los libros, en el internet, en el automóvil, la política... e incluso usted, usted que me dice que debo saber y que debo conocer a mi tierra, usted no la conoce, porque malgasta el tiempo en leer sus libros de historia. La historia ya pasó, y a mi no me sirve de nada. Bien por usted que decidió seguir los ideales de un hombre que un día se le ocurrió la brillante idea de separar las tierras, de hacerse líder y popular, y decidió que se tenía que enseñar antes de aprender, bien por usted señor. Igual, no lo culpo, si no hubiese sido por aquel hombre no se hubiese separado la tierra, no se hubiese separado el hombre, y naturalmente no hubiese existido ni las guerras mundiales, ni la guerra fría, ni la revolución francesa, ni la industrial... y eso a usted le hubiese quitado los libros de historia, le hubiese quitado el trabajo. De verdad no lo culpo.  Cuando yo tenga 60 años ese árbol va a seguir ahí, y usted, va a estar bien muerto bajo la tierra, y la historia le empezará a pasar por en cima, y usted no va a tener ni ojos, ni corazón, ni cabeza pa’ verla pasar. Entonces dígame usted señor... ¿Para que me sirve la historia?. 

Lo único que marca mi vida, lo único que me da referencia de quién soy, dónde estoy, que quiero, que amo o que seré con los años... es mi tierra, ésta tierra, que es tan mía como suya, que es tan mía como del joven que vive en Sudáfrica, o en China, o en Australia, o en Filipinas, o en Bangkok... porque aquellos que viven allá, esos seres humanos que no salen en sus libros de historia, ellos tienen tanto derecho de vivir y oler esta tierra como nosotros. 

La historia señor, es solo un cheque más del ser humano, un cheque que se vive firmando y conformando, nada más para demostrarse así mismos que algo hicieron, que por algo lucharon y que son héroes, incluso aún cuando fueron derrotados. La historia es un recordatorio doloroso de las ideas más siniestras de los seres humanos, es una rosa larga, con muchas espinas, que al final de su tallo no tiene rosa... la historia es masoquismo puro señor, es sangre descontrolada que escapa fuera de sus venas, y sus libros son su hojilla perfecta. 

Señor, sus libros de historia son para mí pura pornografía. Mi verdadera historia, mi cédula de identidad, está todas las mañanas en el este, todas las tardes en el oeste, y brilla sobre mí cada día de mi vida.

David Jesús Gradi.

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