Una reflexión sobre el psicoanálisis...



Hace mucho no le escribo a lo insensato... y no lo hago no por no sentirlo, si no por concientizarlo, desde el primer día en que entras a un espacio y se te pone el título de 'analizante' la vida tiene cierta radicalidad en su cambio. Por ahí hay quienes instauraron una teoría de zonas de la vida, aquella famosa zona de comfort, aprendizaje y pánico... digamos que vivir la experiencia del psicoanálisis es entrar a una zona de aprendizaje, y darle obviamente la espalda a cualquier conformidad -síntoma-, que nos agobia. Es como cuando pasamos de escribir cartas de amor en bachillerato, a artículos de derecho en la universidad, o como de ver televisión pasamos a cierto fanatismo de la cinematografía, o cuando nos dicen que existe la democracia y empezamos a darnos cuenta que la democracia es un cuento que inventaron unos niños ricos.

Hago aquí una reflexión al psicoanálisis, y quizá mi inconsciente tiene cierta responsabilidad, empezando porque la reflexión no sería 'al psicoanálisis', si no, 'del psicoanálisis'. ¿A quién quiero darle una lección? si el punto de vista expuesto aquí está propenso a la ignorancia. Si llevamos aquellas zonas nombradas al terreno psíquico, ¿Que pasa con la del pánico?... ¿Que pasa?, cuando cualquier cosa que empieza a sucedernos, más allá de analizarla y encontrarle la cuerda suelta, pensamos hablarla en análisis. ¿No pasa a ser 'el análisis' nuestra zona de confort? y nuestra zona de aprendizaje lo que se va 'superando'... ¿Y, dónde está la zona de pánico?, ¿Acaso en algun momento salimos a la zona de pánico?, a la verdadera zona que nos enfrenta a nuestras realidades, físicas, emocionales, económicas, culturales, políticas... ¿Dónde está? ¿Cuál es la zona de pánico?. Si un día por azares del destino dejásemos el psicoanálisis, y se nos suelta a la realidad de la jungla, ¿Que haríamos?, si el analista no está allí, si la zona de confort no está allí... si aquella experiencia con el jaguar que nos traumó una noche en que intentábamos cazarlo no podremos 'hablarla en análisis', ¿Que hacemos?, ¿En qué nos convertimos?.

Hay una etapa del análisis en el qué de verdad pensamos que vamos sanando, pero si siempre nos apoyamos de imágenes del pasado, y el pasado es todos los días un pasado nuevo, ¿Que realmente va sanando?. Sí, como todo proceso de asociación libre, estas líneas no son más que reflejo de alguna experienca personal, pero mi experiencia personal ha sido toda la vida una emancipación de mis hechos, todo crece, nada se vuelve pequeño.. ni siquiera en esos instantes en que uno dice o piensa haber superado algo. Digamos que para la construcción del piso 20, necesitamos obligatoriamente el piso 2, y el piso 6, y aquel traumático piso 15... que aunque traumático, maravilloso, pues sin el no estaríamos en el 20 viendo el atardecer desde tan alto.

Hace poco -y la anécdota es para terminar algo que quizá carece de sentido-, veía 'Baraka', una enórmida película documental que habla, precisamente, de nuestro sistema... aquel que parece bastante separado de nuestros procesos psicoanalíticos, pero que son indudablemente arquetipales en nuestra psiquis. Allí, en la película, después de un largo recorrido por varias tribus de nuestro planeta -Sudeste Asiático, África, América del sur-, los guionistas muestran automáticamente después de las tribus una tormenta en el medio de la selva, y un trueno marca el corte hacia un árbol que se está talando, e inmediatamente después de el árbol que cae talado, está en primer plano el rostro de una hermosa niña indígena, y a este plano le suceden explosiones de minas y cráteres de nuestra tierra, hechos por el hombre tratando de conseguir lo que sea para producir, para capitalizar. Y acto seguido, y no es casual, están nuestros hermanos latinoamericanos de Perú, en sus casas de cartón, como diría Alí Primera, montados en el cerro, viviendo a las orillas del sistema. Y traigo el fragmento a colarse en éstas líneas porque me pregunto si los analizantes no somos hoy día esos indígenas que los trajeron a vivir a orillas de la felicidad (el sistema), que fueron sacados de su conformidad y su normalidad, para estar obligados a vivir en las condiciones deplorables, porque no se es gente si no se está en la ciudad, porque no se es gente si se vive en el campo, en la selva, junto a los árboles y las frutas que dan la pintura para hablar con los Dioses... Porque no se es gente si no somos analizantes. 

Hace poco menos de un año -por asares del destino-, dejé aquella zona de confort del análisis... y llegué a la zona del pánico, en la que me enfrento a ausencias y ratificaciones, dónde soy el indígena que lo han sacado de la selva y de su casa de madera para vivir en el sistema, y en ese sistema no es más que un pobre más en el cerro, porque al sistema no se puede participar si no se tiene una inversión mínima. ¿Quién hubiera sido Sigmund Freud sin el puro y la barba?. Lo que quiero decir es, ¿Que hará falta de verdad para salir a aquella zona de pánico?, ¿No es la vida una zona de comfort constante cada que agarramos el gusto a las circunstancias?, ¿No juega el análisis un círculo vicioso?; como la persona que va al banco, pide un préstamos, paga lo que tanto anhelaba... pero le debe dinero al banco, que le hipotecó la casa. 

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